LA ALTAGRACIA. “Mi papá le ofreció a la virgen, y le dio su salud, y de ahí pa’ acá, yo siempre vengo a cumplir con ella”, recordaba Carmen Pérez, luego de haber encendido un velón, y pronunciar a ojos cerrados un salmo bíblico que ha memorizado desde los 16 años como forma de profesar su devoción hacia la Virgen de la Altagracia, en la parte trasera de la parroquia San Dionisio.
En el patio de la iglesia San Dionisio, en cuyo interior estuvo la imagen de la virgen hasta 1971, año en que fue trasladada hacia la Basílica Catedral Nuestra Señora de la Altagracia, la señora Pérez, quien parecía no interrumpir sus rezos, contó que desde su adolescencia ha acudido para honrar el compromiso de su padre, quien habría sido curado por un milagro de dolencias en la espalda, y se hace acompañar de sus nietos para que no pierdan la costumbre.
Al igual que ella, decenas de personas aguardaban en una larga fila para tocar el altar reposó la imagen desde 1517 hasta la fecha de su traslado hacia la basílica.
“Hoy agradezco a la virgen que mi nieto nació en pleno día veintiuno”, dijo Esperanza Méndez, quien bajo una carpa en los jardines de la basílica, preparaba comida para repartir a los niños que estuvieran en el lugar, en agradecimiento a la divinidad
En el patio de la iglesia San Dionisio, en cuyo interior estuvo la imagen de la virgen hasta 1971, año en que fue trasladada hacia la Basílica Catedral Nuestra Señora de la Altagracia, la señora Pérez, quien parecía no interrumpir sus rezos, contó que desde su adolescencia ha acudido para honrar el compromiso de su padre, quien habría sido curado por un milagro de dolencias en la espalda, y se hace acompañar de sus nietos para que no pierdan la costumbre.
Al igual que ella, decenas de personas aguardaban en una larga fila para tocar el altar reposó la imagen desde 1517 hasta la fecha de su traslado hacia la basílica.
“Hoy agradezco a la virgen que mi nieto nació en pleno día veintiuno”, dijo Esperanza Méndez, quien bajo una carpa en los jardines de la basílica, preparaba comida para repartir a los niños que estuvieran en el lugar, en agradecimiento a la divinidad
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